La frase que cambió mi manera de entender mi rol en el diseño.

Creo recordar que era el año 2014. Mi mudanza a Berlín, tras un año y medio viviendo en Hamburgo, estaba reciente. Aún viviendo allí, en Hamburgo, comencé a colaborar en el diseño del producto de una startup que acababa de nacer.

La idea era desarrollar una aplicación que funcionase a modo de navegador y lugar de ocio para cuando se conduce. Usuarios de coches antiguos, sin un buen sistema de a bordo, usaban apliques para sus teléfonos móviles, y a sus móviles como una solución rápida para acceder a esas funcionalidades que su coche no les ofrecía (Google Maps o Apple Maps, Spotify o iTunes o Deezer, etc.). El problema que vimos fue el uso excesivo del dispositivo en el coche, las distracciones que esto acarreaba, y la falta de una aplicación que aunara navegación y música en un mismo lugar.

La solución: una aplicación donde, además de poder integrar tu navegador favorito, también fuese posible combinarlo con el servicio de música que más te gustase. Con esta solución se evitaba el salto entre diferentes aplicaciones, todo estaba integrado en un mismo lugar. Se diseñaron simples interacciones que fuesen muy intuitivas, fáciles de memorizar. Nos preocupamos en ahorrar tiempo. Reducir la necesidad de tener que mirar la pantalla del dispositivo para ejecutar una acción u otra. Por lo tanto, decrecían bastante las distracciones en carretera. Además, creamos un sistema de bloqueo del terminal según la velocidad a la que se estuviese circulando. Ciertas acciones no eran accesibles si la aplicación leía que te desplazabas a más de X km/h.

Cuando empezamos, no se escuchaba nada de Android o iOS para la industria del automóvil. Pero no tardaría en llegar.


Una vez ya en Berlín, el fundador de la empresa me llamó. Me anunciaba que Google nos invitaba a su primera Launchpad para startups de Berlín. Las Launchpad es un evento en el que Google invita a un número de startups limitado y les ofrece una semana de workshops individuales. Estos workshops son impartidos por mentores de Google y divididos en días según el campo (desarrollo, marketing, producto, diseño …). Se ve que la idea que había detrás de nuestro producto les encajaba para tener una mezcla perfecta.

Tras un día de presentaciones y entreno de ‘pitchs’, y otro dedicado a la programación, recuerdo que llegaba el día de diseño. La organización nombraba nuestra startup y el mentor que iba a estar con nosotros ese día. Un diseñador bastante senior que llevaba mucho tiempo en el mundo del diseño digital.

Mientras mis compañeros terminaban una tarea, yo me adelante a la mesa donde el mentor designado ya nos estaba esperando. Me senté. Nos presentamos cada uno, y me pidió que le mostrase el diseño que tenía. Yo le tendí mi teléfono con un prototipo que había montado semanas atrás.

Lo observó durante un par de minutos. Tocando la pantalla aquí y allá. De repente, dejó el teléfono en la mesa y me hizo una pregunta técnica. Yo respondí:

“No lo sé. Yo soy simplemente el diseñador.”

“No vuelvas a decir eso nunca más”, me replicó. “Tú eres la persona que tiene que controlar estos conocimientos. Tú eres la conexión entre una idea y los usuarios. La pieza que hace un producto exitoso o un fracaso. Tú debes saber pedir y convencer para hacer las cosas como las tienes pensadas, no al revés.No eres un simple diseñador. No vuelvas a decir eso jamás.”

No supe qué responder. Y me sentí aliviado al ver a mis compañeros llegar a la mesa y disculparse por llegar tarde. El hombre volvió a repetir la pregunta técnica, a lo que el desarrollador contestó. Hizo un par de preguntas, que mis compañeros solucionaron de mejor o peor manera.

El hombre me miró. Se levantó y dijo: “está claro que el diseño no es un problema para esta empresa. No hay mucho que pueda deciros o mejorar. Habéis hecho un gran trabajo en este aspecto. Os aconsejaría que aprovechaseis el día en pulir otros aspectos”. Nos tendió la mano. Me dio su tarjeta y se fue.