La primera impresión cuenta.

Lo he vivido en mis carnes. Cuando comienzas una nueva aventura como nuevo empleado en una empresa, el onboarding es, sin lugar a dudas, el paso más importante. Las vivencias que tengas en ese nuevo puesto durante tus primeras semanas serán fundamentales para el desarrollo de tus tareas futuras.

Hace no mucho, la startup más prometedora de Europa me llamó para que trabajara con ellos. No podía creerlo. Por supuesto, nada estaba escrito en piedra, y tenía que pasar por todas las entrevistas y pruebas de trabajo establecidas pero, oye, mi perfil les interesó.

Pasé todas las pruebas y finalmente fui contratado. Estaba en una nube. El primer día y las primeras semanas la nube trajo tormenta y, lo que parecía ser mi trabajo soñado, se convirtió en una pesadilla. Tras mi primer día sabía que me tenía que ir. Repito: primer día. Mi onboarding fue tan malo, que tras las primeras horas en esa mesa, sabía que no iba a durar mucho.

Aún así les di una oportunidad y continúe durante un tiempo más. A los 5 meses, viendo que no mejoraba, más bien empeoraba, lo dejé.

Tras unos meses dudando qué hacer con mi vida, otra startup me contactó. Una muy pequeña, apenas 10 empleados. Me invitaron a su humilde oficina en un edificio interior del barrio de Kreuzberg. Me convencieron y yo les convencí. Poco tiempo después me unía al grupo.

El onboarding no pudo ser mejor. Tras una semana me sentía suelto, era capaz de tomar decisiones y empezaba a conocer el producto y el sector muy bien. Tras un mes ya era parte total de la empresa, y cuando hablaba, sabía sobre lo que lo estaba haciendo. Podía asegurar mis argumentos porque los sentía sólidos en mi cabeza.

Yo no fui un caso aislado. Conmigo, otros tantos se unieron posteriormente. Todos ellos, a las pocas semanas, eran capaces de tomar decisiones, ofrecer ideas y poner su grano de arena para seguir mejorando el producto.

Incluso la mejor empresa del mundo puede ser un infierno si no se sabe cómo introducir a los nuevos empleados en la dinámica general de ésta.


Si tú eres la persona que se encarga de contratar o de introducir a tu nuevo/a compañero/a en su nueva etapa, pégate a él/ella, estate pendiente de todo lo que pueda necesitar para que en sus primeros días no le falte de nada. Aunque sus preguntas sean estúpidas, te parezcan vagas o de una lógica aplastante, responde a ellas como si fuesen las preguntas más interesantes que alguien jamás te hizo. Sus dudas e inseguridades son razonables en esos momentos.

Prepara comidas con el equipo y/o con sus compañeros más directos para que vaya perdiendo la vergüenza. Hazle tomar parte de todos los procesos de la empresa desde el primer momento. Ya habrá tiempo más adelante para decidir en qué sí o en qué no debería seguir tomando parte.

Ten listos ejercicios que incrementen en su complejidad. Empieza con cosas fáciles que no necesitan un largo y denso kick-off.

Verás como tu nuevo compañero/a va cogiendo seguridad y soltura a la hora de encarar tareas, participar en reuniones y/o aportar nuevas ideas. No hay nada mejor que ese nuevo miembro te ayude a seguir aprendiendo y a evolucionar. Ponle las cosas fáciles para que así sea. Saldrás ganando.

By Manu Franco.