Sé que no soy la única persona que alguna vez se ha preguntado ¿Por qué la música puede hacerme sentir como lo hace? ¿Por qué una determinada canción puede cambiar mi estado de ánimo traerme de vuelta un recuerdo?
Durante mi travesía en averiguar por qué existe este fenómeno de relación entre la música y las emociones me encontré con dos explicaciones: una musical y otra psicológica.
El licenciado en composición Mauro de María comparte que el músico intuitivamente sabe qué elementos musicales combinar para provocar ciertas emociones en el público, la pregunta es: ¿Por qué nadie lo sistematizó ni le dio forma escrita a qué cosa produce qué sensación? Y ahí nos encontramos con algo complejo, porque para estudiar el tema a profundidad y que sea convincente la medición emocional es necesario diseccionar la música en dimensiones; él explica que existen 18 dimensiones musicales y cada dimensión afecta y aporta sus propias emociones al discurso musical. Ejemplifiquemos esto: se puede tener un acorde Do mayor, que algunes musiques dirán que es más alegre (desde la armonía funcional) que un acorde Do menor. Pero si nos guiamos desde el pulso (unidad básica que se emplea para medir el tiempo en una canción) y empezamos a bajar ese pulso a algo no tan enérgico, entonces se puede decir que desde una dimensión se transmite alegría (el acorde Do mayor), pero al añadir más dimensiones que denotan tristeza el resultado es una melodía que provoca justamente eso, tristeza. En pocas palabras, para saber qué emoción provoca cada melodía es necesario analizarla desde el resultado de todas las dimensiones musicales de la pieza en conjunto con la armonía funcional de los acordes.
Según la armonía funcional, si tomamos los acordes Do, Mi, Sol (mayor); Re, Fa, La (menor); Mi, Sol, Si (menor); Fa La Do (mayor); Sol Si Re (mayor), comparamos la energía de Do, Mi Sol; Fa, La, Do, y Sol, Si, Re, y, finalmente, los dividimos de manera muy básica en acordes alegres y tristes, llegamos a la conclusión de que los mayores son alegres, pero no expresan el mismo tipo de alegría. El primero provoca una sensación de paz, el cuarto y quinto provocan una felicidad que contiene más tensión, y los menores (Re, Fa, La y Mi, Sol, Si) provocan una sensación de tristeza.
Por otro lado, el neurólogo Oliver Sacks enfoca su trabajo en la relación entre la música y el cerebro. En su libro Musicofilia, Sacks analiza extensamente esta relación, no solo en términos de emoción sino también en términos de cognición y su relación con discapacidades sentimentales. Sacks habla de un paciente al que trató por daño en el lóbulo frontal. Este paciente normalmente no mostraba ninguna emoción, como si ya no fuera capaz de hacerlo; sin embargo, cuando cantaba, las emociones parecían regresar a él. La música era lo único que tenía ese tipo de efecto en él, como si llegara a una parte de su mente que de otro modo estaría bloqueada.
Respecto a la relación de la música con la anatomía del cerebro, se sabe que la parte del cerebro que vincula la creación de almacenamiento de respuestas emocionales de la música no está directamente relacionada con la percepción de audio y que sus principales funciones cerebrales tienen poco que ver con los sonidos.
Aunque se ha observado que estas construcciones cerebrales interactúan para producir respuestas emocionales a la música, aún se desconoce cómo y por qué lo hacen, exactamente. Lo que se sabe es que interactúan de manera tan similar en las personas, que estas personas identificarán la misma pieza musical con la emoción que les provoca. De este conocimiento nace en 2015 “The Sound of Emotions”. Este es un proyecto tecnológico, musical y social a través del cual se compuso la primera canción creada a partir de las emociones de la gente. Se trata de una creación artística llevada a cabo gracias a la improvisación musical, las técnicas de la neurociencia y la respuesta emocional de les participantes (pueden encontrarla en YouTube como “You & I” de Carlos Jean y Juan Zelda: The Sound of Emotions).
Entonces, ¿Por qué la música puede hacerme sentir como lo hace? La realidad es que la respuesta aún no es muy clara, así que por ahora solo nos queda disfrutar de esa conexión y permitir que la música que escuchamos nos lleve a los lugares para los que fue escrita: para profundizar en el universo de una película, retroceder en el tiempo a un recuerdo preciado, traernos alegría, tristeza o incluso valentía de vez en cuando. Nos queda dejarnos inspirar por la música que nos acompaña y meternos dentro de las grietas que existen entre las palabras, o al menos entre los sentimientos que ya tienen nombre.