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Descrita en el Bhagavad-gita como una partícula atómica y antimaterial, el alma, conocida en sánscrito como atma, es mucho más sutil que la energía material. El alma, de tamaño atómico, es la fuerza vital de todos los seres vivientes y es la fuente energética que mantiene a todas las entidades vivas.

La energía del atma está difundida a través de todo el cuerpo humano, y es la causa de nuestra sensación de variados placeres y dolores. Esta corriente del alma es conocida como conciencia. Aún cuando no podamos ver al alma, su presencia puede ser entendida por la presencia de la conciencia.

En el caso opuesto, podemos sentir la ausencia del alma después de la muerte porque no vemos síntomas de conciencia en un cuerpo muerto. Al morir, el alma deja el cuerpo material y soporta la experiencia de la muerte sin ser dañada. Por eso, en el Bhagavad-gita encontramos al alma espiritual descrita como inmutable, indestructible, insoluble, existente en todas partes e invisible.

La ley del Karma

Dos niños nacen al mismo tiempo en el mismo día. Los padres de uno son ricos, bien educados y han esperado y planeado cuidadosamente durante años el arribo de la criatura. Su primogénito es inteligente, saludable, hermoso y parece tener un futuro promisorio. El otro niño nace deforme, con una madre de pocos recursos, abandonada por su pareja durante el embarazo.

Puesto que el mundo está lleno de desigualdades como esta, con frecuencia nos hacemos preguntas como la siguiente: ¿Cómo puede la Providencia ser tan injusta? ¿Por qué esa persona tan agradable nació ciega? ¿Por qué Dios es tan cruel?.

El concepto de karma es una ley de la naturaleza comparable a la ley física que establece que para cada acción hay una reacción. La ley de karma se basa en el principio de reencarnación; el alma constantemente habita nuevos cuerpos y transmigra de un cuerpo al otro después de la muerte. La ley del karma determina el siguiente cuerpo que el alma habitará después de la muerte.

Sólo la especie humana, sin embargo, está sujeta a la ley del karma, porque sólo los humanos han desarrollado suficiente conciencia como para hacer elecciones inteligentes o no. Las especies más bajas que la humana no incurren en reacción kármica.

Por lo tanto, sólo el nacimiento humano provee el trampolín por medio del cual uno puede trascender la ley del karma. El ser humano puede evolucionar espiritualmente al punto de estar permanentemente liberado de la ley del karma. Esto sucede cuando uno adquiere un cuerpo espiritual.

La reencarnación

El alma sobrevive a la muerte del cuerpo y luego renace en otro cuerpo. Eso es la reencarnación.

En el Bhagavad-gita se explica: Cualquier estado de existencia que uno recuerde cuando abandona el cuerpo, ese mismo estado será el que obtenga sin falta en su vida siguiente. En otras palabras, las experiencias de nuestra vida, así como nuestros pensamientos, provocan una impresión en la mente, y el compuesto de las mismas constituye el recuerdo final a la hora de la muerte.

El cambio de cuerpo también puede ser observado incluso dentro del período total de la vida propia. En tanto que nuestros cuerpos se transforman desde la infancia a la niñez, de la niñez a la juventud y luego a la vejez, todas las moléculas —confirmado por la ciencia médica— son reemplazadas regularmente. Sin embargo, a través de estos cambios corporales, el yo consciente dentro del cuerpo permanece siendo siempre el mismo.

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